La ira es una de las reacciones que cualquier responsable de recursos humanos se puede encontrar en el proceso de cese de un miembro de su plantilla. Entender en qué consiste, cómo se manifiesta y qué medidas tomar a la hora de encontrarnos ante una persona iracunda, nos ayudará en el desarrollo de despidos más seguros y saludables.
¿Qué es la ira?
¿Cómo detectarla?
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Ceño fruncido.
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Elevación de la temperatura corporal.
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Enrojecimiento de la piel.
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Rigidez corporal.
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Sudoración.
La gestión de la ira en el despido
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- Establece sesiones cortas. Por la persona que transmite el despido, pero sobre todo, por la persona que recibe la noticia. En cualquier caso, es recomendable que una reunión por despido no se prolongue en el tiempo más allá de lo estrictamente necesario.
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- Crea un entorno no amenazador. Aire acondicionado inadecuado, ruidos, olores demasiado intensos o una luz molesta pueden acrecentar un episodio de ira. Desde el primer momento será importante crear un entorno calmado que ayude al empleado a equilibrar sus niveles de enfado y confort. También podremos ofrecer alimentos y bebidas sin cafeína que ayudan a refrescar y reconfortar a la persona.
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- Informa. El despido es una noticia, a veces inesperada, que puede provocar una combinación de estrés e incertidumbre en la persona, lo que puede desencadenar en rabia y descontento. Procurar una información completa de por qué se ha tomado la decisión, en qué circunstancias y con qué objetivo, es un primer paso para minimizar un posible episodio de ira.
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- Estate alerta. Detecta todas aquellas alarmas fisiológicas que hemos mencionado y que pueden darnos un primer indicio de aparición de ira. Detectarla previamente será muy útil a la hora de controlar o minimizar su impacto.
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- Tranquiliza, pero no verbalmente. Es preciso tranquilizar a la persona pero hacerlo con palabras no siempre es la mejor idea, ya que podemos conseguir el efecto contrario. Debemos evitar frases como “tranquilízate”, “cálmate”, “no te preocupes”, etc.
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- Respeta. Se debe respetar el uso de la ira, exceptuando aquellas variantes más agresivas. La ira es un mecanismo de defensa natural, por ello debemos detectarlo, comprender los motivos que han llevado a ese punto y tratar a la persona con respeto y profesionalidad.
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- Escucha activamente. Debemos permitir que la persona se exprese, mostrar preocupación e interés y mantener una actitud profesional en todo momento.
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- Marca límites. Si tras preparar un entorno agradable, detectar posibles fuentes de ira y apaciguar a la persona cuando ya se ha desplegado, es posible que llegue un punto en el que no seamos capaces de mantener la situación controlada, llegando a encontrarnos con agresividad verbal o, incluso, física. En estos casos debemos marcar límites: alejarnos físicamente, abandonar la estancia o, en caso de ser necesario, poner fin de inmediato a la reunión.
La ira, en definitiva, es una emoción impactante que crea rechazo en la persona que la recibe, por lo que en numerosas ocasiones ha sido estigmatizada por la sociedad. Aun así, también es una emoción necesaria y con mucho potencial que ayuda a afrontar y provocar cambios importantes en la vida de las personas.
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